La vereda que baja al precipicio por unos 150 metros se encuentra perfectamente empedrada, eso sí, es algo empinada y el regreso puede tornarse exhaustivo pero bien vale la pena animarse con tal de llegar a la meta. Al pie de la quebrada todo el ambiente es fresco y oculto; un bien reforzado puente colgante invita a cruzar de lado a lado el río que correo cristalino entre plantas y rocas enormes. Cruzando el puente continúa el camino de piedra ahora de subida para apreciar de forma extensa todo el lugar. Si no es temporada de lluvias el caudal del río es tranquilo, por lo que los más aventurados no tendrán ningún problema en quitarse los zapatos para remojar los pies y caminar un poco dentro del agua. No olvide llevar cámara fotográfica para tomar la imagen del recuerdo.
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